«ZEUS es el resultado conjunto de un equipo multidisciplinar formado por médicos, psiquiatras, psicólogos, educadores y terapeutas»
La adicción funciona como goce particular, uno diferente del que puede ser común para todos, este goce -el del adicto- se debe diferenciar. Es así que comienza un proceso de “singularización y reconocimiento”. He aquí el gran problema en las personas que padecen adicción, pues esto no se ha de cumplir, aunque esto sea la gran necesidad: Ser diferente de lo dado, del entorno, de eso que es común y establecido: Lo general.
Las adicciones no se explican por la sustancia u objeto al que se fija la satisfacción (tabaco, alcohol, cocaína, compras, juego etc..), sino por la operación inconsciente que las determina: su función. El para qué, cómo, por qué, todo esto entra en juego en el programa de recuperación.
La personalidad adictiva y dependiente, hará todo lo posible por continuar y mantener la dependencia. Y qué mejor que aquel que fija una necesidad en un objeto, el que utiliza drogas una y otra vez para nunca salir de aquel estado: la dependencia.
Para que un objeto, cualquiera que este sea, pueda adquirir una característica adictiva, se necesita algo más que un factor químico, se requiere de un desplazamiento, uno de tipo simbólico, adaptativo, donde este objeto pasa a ocupar un lugar, sustituyendo a la necesidad real. ¿Cuál es? Eso dependerá de cada persona que requiera la adicción para “cumplir “o “satisfacer” dicha carencia.
La droga, como la adicción a esta, ocupa pues un lugar de efecto, de consecuencia, no de causa ni de origen del problema. Esto es crucial si se pretende resolver el problema de raíz, si no se desplazará una y otra vez en diferentes representaciones; estas más o menos aceptables a nivel social y sin duda a nivel simbólico.
Se trata en el programa de recuperación de ocuparse del dolor subyacente, de la causa que origina dichos desplazamientos, un dolor tal, que tal vez, de más miedo y genere más angustia que la propia conducta adictiva. Nos encontramos aquí un sujeto que sufre, ante una persona que resiste, pero que le cuesta; esta parece ser una condición necesaria para poder emprender un tratamiento con fines curativos y no sustitutivos.
Hacer de cada tipo de adicción una patología específica y de cada sustancia una adicción sub-específica, sólo conduce al cómodo perjuicio de que el mal está en la droga y que la cura se alcanzaría con la limpieza del cuerpo y el abandono del hábito.
La intoxicación no aporta la felicidad, ni siquiera pasajera, sino apenas la ausencia de dolor psíquico. El dolor es causado por un exceso de carga que no ha sido, tramitada. El dolor es por tanto la manera en que se experimenta una ruptura traumática entre las defensas con las que se cuentan y la invasión de un exterior que no resulta asimilable.
Ante esta situación y la prisa con la que la sociedad se empeña en producir, el químico se convierte en un paliativo; uno que puede resultar más asequible al aparato psíquico, en tanto que allí condensa sus esperanzas. Lamentablemente no dará los frutos que de él se esperan , pues el químico como la droga, el fármaco o el alcohol o cualquier otro sustitutivo alude al desplazamiento, en el cual el alivio del dolor y/o la necesidad real del sujeto se verá aún más vulnerada, ya que al ser este un paliativo, un sustituto, no soluciona el problema sino que lo parcha, se pretende así no ver el hoyo , el agujero que ha sido causa de dolor, y que con gran seguridad crecerá más si no se hace lo correcto. Si en su lugar se pretenden soluciones en el corto plazo y con remedios que solo atiendan a la superficie del objeto.
Por todo ello Centro Zeus ofrece un programa de introspección, además de la adquisición de hábitos saludables socio-terapéuticos y prevención de recaídas.
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